Decidí no ser muy severo con la primera, dejando de lado
cuestiones como “¿existe un multiverso en esta realidad que nos plantean?”, es
decir, al igual que sucediera con Buzz LightYear, no era el único muñeco que fabricaron,
aunque él lo desconociera. Del mismo modo, lo lógico es pensar que hay más
máquinas recreativas de “Ralph el Demoledor”, aunque en ese local sólo tengan
una, por lo cual, decidí centrarme en esa, y entender que fuera de las horas de
“actividad laboral”, Ralph y cia compartían su universo para ir a casa, cenar,
o quedar con otros píxeles… me parece correcto.
Obviando detallitos que dan verosimilitud a un mundo que no la tiene (en eso
radica la fantasía después de todo), me pareció una película bastante correcta
y entretenida que, por otro lado, trataba de salirse del viejo patrón de
películas Disney, como en realidad ya vienen haciendo desde hace más de una
década (pero claro, siempre pesarán más los primeros 40 años de la compañía).
Mi problema viene con esta secuela. Disney aboga de nuevo por
cuestiones más cercanas que las del utópico amor romántico, como es en este
caso la amistad, o más concretamente, la dura separación de dos amigos que
antes o después deben hacer su propia vida, algo típico del mundo adulto que
quizá sólo películas menos exitosas como “Tod y Toby” habían hecho, o cómo
vemos con Mowglie al final de “El Libro de la Selva”.
Si bien la intención es buena, la película flojea desde
temprano.
(AVISO de posibles spoilers)
(AVISO de posibles spoilers)
Después de establecer que para Venélope Cruz es un problema
esto de que todo su juego se base en una rutina repetitiva (“¡quiero algo más de
la vida, joder!”), me encuentro con la primera cuestión:
Ralph prepara un circuito improvisado que, lógicamente, no
forma parte del juego. Cuando una de las niñas clientas de las recreativas
acude a jugar a “Sugar Rash” (el juego de Venellope), ya dice algo que me hace
pensar: -¡Voy a escoger a Venellope, es la mejor!
Así que como es la mejor, entendemos que deberá ganar. Lo cual se extrapola dentro del universo del propio juego, cuando Vene y una de las contrincantes se pican en quién va a ganar la carrera.
Y yo ahí me pregunto, ¿cuándo alguien juega a “Mario Kart” siempre escoge a Mario? ¿Siempre gana Mario? ¿Luigi, Peach y Toad se resignan o molestan porque las habilidades de Mario siempre sean las mejores o en realidad lo que dictamina eso son las habilidades del propio jugador que lo controla? Y siendo así, ¿todos los jugadores que escogen a Mario ganan siempre?
No tiene sentido.
Pero por si hiciera falta explicación a algo que ya planeta el primer punto flojo, se afloja aún más cuando Venellope decide ir por libre en este nuevo circuito que ha sido creado sin ningún programador humano, recordemos, por un personaje del propio juego que es una I.A. (Inteligencia Artificial).
Y tan chocante es esto que, como cabe esperar, la propia jugadora se da cuenta que el personaje no responde a los botones del volante/mando, apretándolo tanto por la desesperación que se lo acaba cargando.
Es una máquina muy vieja, ya no se venden recambios, sólo hay uno por eBay (plataforma de compra y venta real) pero vale una millonada. Así que el dueño de las recreativas decide desconectar lo máquina, lo que provoca que todos los personajes del juego huyan desahuciados hacia la terminal eléctrica, o sea, la regleta a la que estaba enchufada su máquina, y se queden ahí pensando en qué coño van a hacer ahora.
Así que como es la mejor, entendemos que deberá ganar. Lo cual se extrapola dentro del universo del propio juego, cuando Vene y una de las contrincantes se pican en quién va a ganar la carrera.
Y yo ahí me pregunto, ¿cuándo alguien juega a “Mario Kart” siempre escoge a Mario? ¿Siempre gana Mario? ¿Luigi, Peach y Toad se resignan o molestan porque las habilidades de Mario siempre sean las mejores o en realidad lo que dictamina eso son las habilidades del propio jugador que lo controla? Y siendo así, ¿todos los jugadores que escogen a Mario ganan siempre?
No tiene sentido.
Pero por si hiciera falta explicación a algo que ya planeta el primer punto flojo, se afloja aún más cuando Venellope decide ir por libre en este nuevo circuito que ha sido creado sin ningún programador humano, recordemos, por un personaje del propio juego que es una I.A. (Inteligencia Artificial).
Y tan chocante es esto que, como cabe esperar, la propia jugadora se da cuenta que el personaje no responde a los botones del volante/mando, apretándolo tanto por la desesperación que se lo acaba cargando.
Es una máquina muy vieja, ya no se venden recambios, sólo hay uno por eBay (plataforma de compra y venta real) pero vale una millonada. Así que el dueño de las recreativas decide desconectar lo máquina, lo que provoca que todos los personajes del juego huyan desahuciados hacia la terminal eléctrica, o sea, la regleta a la que estaba enchufada su máquina, y se queden ahí pensando en qué coño van a hacer ahora.
Y es entonces, a pleno planteamiento, cuando la película arranca su desarrollo habiendo perdido ya todo el sentido… y es que… ¡nos vamos a comprar el volante nosotros! ¿Quién? Pues los propios personajes del juego. Bueno, concretamente Ralph y Venellope.
Sí, ya sé que ya debéis conocer el argumento. Pero repito,
unos personajes virtuales pretenden crear dinero real para comprar un volante
real en una tienda real, pero lo peor de todo es que lo consigan…
Para hacerlo se hace una breve crítica al mundo de Internet, que me parece correcta aunque algo desdibujada, en la que Ralph empieza a protagonizar todo tipo de vídeos estúpidos para monetizarlos, emulando a los “youtubers” que se forran haciendo este mismo tipo de estupideces.
La cosa es que, se vuelve “viral”, la palabra mágica. Y si es tan viral, ¿nadie se pregunta quién ha creado estos vídeos? ¿Los creadores de “Ralph el demoledor” no reaccionan al ver que su criatura hace “cosas” y se ha vuelto ultra-famoso? ¿No intentan reclamar el contenido o aprovecharlo de alguna manera? Son cuestiones que lógicamente no interesan porque la película no va de eso. Pero no podemos obviar que se trata de un personaje meta-ficticio en un mudo real, y que eso plantee ciertas cuestiones.
Para hacerlo se hace una breve crítica al mundo de Internet, que me parece correcta aunque algo desdibujada, en la que Ralph empieza a protagonizar todo tipo de vídeos estúpidos para monetizarlos, emulando a los “youtubers” que se forran haciendo este mismo tipo de estupideces.
La cosa es que, se vuelve “viral”, la palabra mágica. Y si es tan viral, ¿nadie se pregunta quién ha creado estos vídeos? ¿Los creadores de “Ralph el demoledor” no reaccionan al ver que su criatura hace “cosas” y se ha vuelto ultra-famoso? ¿No intentan reclamar el contenido o aprovecharlo de alguna manera? Son cuestiones que lógicamente no interesan porque la película no va de eso. Pero no podemos obviar que se trata de un personaje meta-ficticio en un mudo real, y que eso plantee ciertas cuestiones.
A todo esto, y en medio de lo que vuelve a ser otra
road-movie Disney (se están haciendo cansinos ya, serán las ganas de irse de
viaje de los trabajadores), Venellope no acaba de mostrar todo el interés que
debiera en recuperar el volante para su juego, ya que sus miras están en otras
cosas. Concretamente acaba de conocer a una latinoamericana cachondona que mola
mil y quiere ser como ella y vivir en ese juego, aunque durante las partidas
activas tengan que esconderla a los usuarios porque ese diseño de personaje no
pertenece a ese juego y nos meteríamos en problemas de propiedad intelectual
entre compañías… Pero nuevamente, esto no es lo que importa.
Lo que sí que importa es el egoísmo involuntario que han
dado los verdaderos creadores, o sea, la Disney, a Venellope, que aunque tiene
una personalidad mucho mejor desarrollada que en la primera, es también la
culpable de no acatar las órdenes de comando de un jugador y esto ha provocado
el desahucio a todo su juego.
Pero a ella lo único que le importa es cambiar de vida, que me parece bien, pero habría quedado más digno si primero se preocupara en conseguir el recambio del volante que se ha roto por su causa, y una vez su juego esté a salvo, entonces iniciar su despedida (“este ya no es mi sitio y bla, bla, bla”). Lo que me hace seguir preguntándome “¿y los jugadores no van a ver raro que en “Mario Kart” haya dejado de aparecer Mario para siempre?”
Pero a ella lo único que le importa es cambiar de vida, que me parece bien, pero habría quedado más digno si primero se preocupara en conseguir el recambio del volante que se ha roto por su causa, y una vez su juego esté a salvo, entonces iniciar su despedida (“este ya no es mi sitio y bla, bla, bla”). Lo que me hace seguir preguntándome “¿y los jugadores no van a ver raro que en “Mario Kart” haya dejado de aparecer Mario para siempre?”
Sólo es salvable, como digo, la idea noble de enseñar a los
niños con delicadeza que el mundo adulto es una p#ta mierda y que tus amigos no
vivirán al otro lado de la acera para siempre. Que la vida cambia y la gente
toma caminos que se alejan, pero lo importante es tratar de no perder esa
amistad, incluso aunque pasen años sin verse…
Pero sigue siendo una película llena de fallos que no acaba de ser redonda, y concluimos con el último fallo de todos:
¿El dueño de las recreativas no se sorprende de que le hayan traído el volante sin haberlo comprado él, y siendo tan caro como era? Ya ni entro en que los personajes sepan o no dónde “viven”, o sea, en qué dirección y país está el local recreativo en el que viven enchufados… Supondré simplemente que eso lo saben todos los personajes y tampoco hay mayor problema.
Pero sigue siendo una película llena de fallos que no acaba de ser redonda, y concluimos con el último fallo de todos:
¿El dueño de las recreativas no se sorprende de que le hayan traído el volante sin haberlo comprado él, y siendo tan caro como era? Ya ni entro en que los personajes sepan o no dónde “viven”, o sea, en qué dirección y país está el local recreativo en el que viven enchufados… Supondré simplemente que eso lo saben todos los personajes y tampoco hay mayor problema.
La cuestión es que ni tanto una cosa como la otra se
muestra. Sólo sabemos que se recupera el volante y que todos son felices. Que
Venellope cada vez ve menos a Ralph y él lo va asumiendo con naturalidad, pero
no sabemos nada de los clientes que ya no ven a Venellope en el juego.
Y concluyendo, la anéctota del crossover de las princesas. Es, tal como imaginaba, una táctica comercial para promocionar la película; donde sus únicos momentos en el film ya salen en los trailers. Era de esperar que saldrían poco, pero tras tanto cartel junto a ellas, “selfies” promocionales y hasta merchandasing, acabaron conisguiendo engañarme en que tendrían cierto peso como personajes secundarios, pero realmente salen menos que poco.
A destacar el comportamiento de Ariel, que además de ser la
más chupa-planos, la han convertido en Giselle. Un amaneramiento y cursilería
excesivos que yo jamás le vi a ese personaje.
En cuanto a la conversión de 2D a 3D, alguna, como Ariel precisamente, o Mulán, han quedado monas, pero aunque ha sido interesante verlas en otra técnica, nunca tendrán la misma magia que el dibujo animado tradicional.
Blancanieves, Bella y Cenicienta se han convertido en aliens de ojos enormes y bizcos, a Pocahontas le han hundido la nariz en la cara como si le hubiesen dado un puñetazo, y a Jasmine la han afeado todo lo que han podido, lo que no sé es por qué. Aurora ha pasado de ser una modelo esbelta a convertirse en Bernadette de Big Bang Theory, que ha quedado mona, pero simplemente no es ella.
El chiste de que Mérida pertenezca a otro estudio es gracioso, pero también algo peyorativo, pues queda implícito que es el hecho de hablar como una irlandesa la razón de que no la entiendan. Recordemos que para los estadounidenses todo lo que sea el inglés original, o simplemente inglés no americano, es algo vomitivo. Supongo que pese al feminismo impuesto y el “llamar gordo a un gordo puede ofender”, el fin de la xenofobia no ha conseguido aún ponerse de moda también.
En cuanto a la conversión de 2D a 3D, alguna, como Ariel precisamente, o Mulán, han quedado monas, pero aunque ha sido interesante verlas en otra técnica, nunca tendrán la misma magia que el dibujo animado tradicional.
Blancanieves, Bella y Cenicienta se han convertido en aliens de ojos enormes y bizcos, a Pocahontas le han hundido la nariz en la cara como si le hubiesen dado un puñetazo, y a Jasmine la han afeado todo lo que han podido, lo que no sé es por qué. Aurora ha pasado de ser una modelo esbelta a convertirse en Bernadette de Big Bang Theory, que ha quedado mona, pero simplemente no es ella.
El chiste de que Mérida pertenezca a otro estudio es gracioso, pero también algo peyorativo, pues queda implícito que es el hecho de hablar como una irlandesa la razón de que no la entiendan. Recordemos que para los estadounidenses todo lo que sea el inglés original, o simplemente inglés no americano, es algo vomitivo. Supongo que pese al feminismo impuesto y el “llamar gordo a un gordo puede ofender”, el fin de la xenofobia no ha conseguido aún ponerse de moda también.