martes, 17 de diciembre de 2019

CRÍTICA: LA SEQUÍA CEREBRAL LLEGA A JAPÓN CON "MARY Y LA FLOR DE LA BRUJA"

La tenía pendiente, y a pesar de que el trailer me pareció sugerente en su momento, cuando por fin adquirí mi copia ilegal descargada de Internet, tras una breve previsualización sentí todas las perezas, así que me he ido rezagando a la idea de visualizarla. Pero por fin lo he conseguido.


Muchos son los remakes estadounidenses y sus productos derivados que beben directamente del trabajo audiovisual del país del sol naciente, y es que los japoneses parecen ser marcianos que habitan la tierra, trayendo consigo un mundo completamente propio del que hay toda una fuente de inspiración de donde sacar ideas para una industria tan follada violada como es el Cine.
Sin embargo, no todo el monte es orégano, y en Japón también hay ideas malas, repetitivas o insuficientes.

Acudimos a las cenizas del legado inspirativo de un señor llamado Hayao Miyazaki, a quien muchos consideran un genio, y puede que otros como un servidor, encontremos en él a una especie de Almodóvar desquiciado que nos cuenta historias locas y hasta absurdas, pero que, como el cineasta español, goza del pequeño gran distintivo de saber cómo contarlas para que incluso parezcan buenas o como poco bastante interesantes. Así, el estudio que llevara su nombre por bandera: "Ghibli", parece perder el rumbo tras la jubilación repetidamente anunciada de este señor. El resto de directores que formaban la empresa parecen no tener mucho más bueno que traer, al punto de que "Studio Ghibli" se ve obligado a cerrar su producción cinematográfica.

(No sé si utilizar la imagen de este personaje como logo
para el estudio sea un acierto o un mal presagio...)


¡Pero no se preocupen, que ha llegado "Studio Ponoc"! Con los mismos trabajadores de los proyectos fílmicos que no funcionaron en Ghibli, así que es como un Ghibli 2, el Ghibli malo con nombre propio. Claro que es pronto para decir, pues sólo llevan una película, pero no empieza bien la cosa.

Al lío entonces. ¿Qué nos evoca "Mary y la Flor de la Bruja"? Una animación preciosista, de alta calidad, porque eso lo tiene, tal como cabía esperar de su estudio predecesor al cual muchos llaman (con más acierto o no) "el Disney japonés".
Así pues, tan colorida y detallada animación funciona como vehículo de una historia vacua que si algo se le puede sacar es que encima recuerda vagamente a otra película del estudio anterior (y no es la de la bruja Niki/Kiki), cuyo argumento tampoco era en sí mismo una genialidad, pero llegó al gran público, como decía, por la forma de contarla de su director, que no en vano se acompañaba de un mundo visualmente espectacular y bizarro. Estoy hablando de "El viaje de Chihiro".
¿En qué leches puede parecerse Mary a Chihiro? A grandes distancias, estamos ante la llegada involuntaria de una niña inútil a un mundo mágico al que claramente no pertenece y en el que se tiene que "involucrar" para salvar la vida de alguien. Chihiro a sus padres, y Mary a un niño cuya cara empieza dos ectáreas más abajo de su gorra.


Centrándonos en la peli que nos ocupa, la llegada del niño de cara desplazada a este mundo es aún más fortuita que la de Mary. Él no debía estar ahí, y la culpable es Mary, por lo que la niña inútil deberá hacer acopio de valor y responsabilidad para rescatar a su "querido" amigo, al que no guarda demasiado cariño tras su primer encuentro al principio de la película, pero entendemos que eso es secundario.


(Pasajeros con destino a Japón, por la pista de aterrizaje nº1)

El problema viene siendo que Mary llega por llegar a este mundo, no acaba de sorprenderle excesivamente lo que está pasando, trata de explicarse, que ella no es de allí, pero no insiste demasiado, hace el tour, y esa misma noche vuelve a casa con intención de no regresar y la agradable sensación de haber hecho una excursión muy chuli.

Entiendo, o eso creo, que nos quieren presentar a una niña, por tercera vez: torpe (lo sabemos porque casi se le cae una taza y rompe una flor), que vive algún tipo de evolución emocional al adentrarse en la aventura de rescatar a su no-amigo, y se supone que eso hará de ella una persona más decidida y útil para la sociedad, o cuanto menos una niña que sea menos tímida a la hora de presentarse en su nueva clase, pues todo este rollo y el descubrimiento del mundo mágico se desencadena tras la mudanza de la niña a la casa de una pareja de lesbianas seniles que parecen ser de su familia. No hay ningún dato acerca de sus padres, de por qué se ha mudado ahí, o de en qué radica esta evolución que comentamos en la que consigue demostrarle al mundo que es capaz de convertirse en bruja usando la magia de una flor, algo muy útil y común en nuestro día a día que todos hemos tenido que demostrar en alguna ocasión...


Todo ello está contado a través de personajes insulsos, poco "empatizables", calcos baratos de cosas ya vistas antes, sin emoción ni carisma, con una entrañabilidad forzada que hace sudar del esfuerzo.
Para muestra un botón: ese señor jardinero de culo-pañal que parece pederasta, con peso nulo en la historia, pero eso sí, con unos bonitos ojos de chica adolescente enamorada con sus mejillas sonrojadas y todo. A este señor lo resumo en una palabra: grima.
Quieren hacerme entrañable a un hombre tosco y ancianil poniéndole las mejillas de "la Heidi" para conectar a marchas forzadas con esa herramienta narrativa tan Miyazaki de vendernos la relación de hermandad entre jóvenes y ancianos, pues como decía, ese debe ser el don de Hayao, que nos sabía contar las historias o transmitir sentimientos, siendo que a veces sucesos sin importancia en argumentos no siempre demasiado trabajados, conseguían conectar con algo de nuestra niñez, o en definitiva de nuestro corazón, consiguiendo crear relaciones verdaderamente entrañables, al punto de dejar en segundo plano el planteamiento de si las historias de estos personajes que mantienen este tipo de relaciones, merecían ser contadas o no.



Aquí lo usan como una herramienta instalada de forma técnica y fría, y por tanto resulta cero efectiva y cero afectiva.
También nos quedamos a medias tintas con los universos presentados. A parte de no llegar a conocer la escuela a la que Mary, algo inquieta pero tampoco demasiado, debe presentarse por primera vez, y tras ver poco de su casa nueva donde la chica no se ha llevado ni una Game Boy para entretenerse, el metraje se "centra", o lo intenta, en este mundo mágico de Howards, donde tras presentarnos todas sus instalaciones, algunas muy rechulonas, todo acaba en el folleto turístico para dar paso al susodicho rescate aleatorio del chaval de la gorra.
Nos quedaremos con las ganas de ver a Mary interactuar en ese mundo, tal como lo hiciera Chihiro visitando la sala de calderas, limpiando las bañeras o simplemente visitando las oficinas centrales de Yubaba para pedir el trabajo que le ocupa.


(Mary está entusiasmada viendo como este
vacuno antropomorfo practica canibalismo)

Tenemos todo un mundo que sólo sirve de wallpaper en la película, sin cumplir mayor función que la de contar una historia que queda en una anécdota, asimilada por los protagonistas con gran naturalidad (debe ser que viajan amenudo a mundos mágicos) y con un desenlace que te hace preguntarte qué querían contarnos cuando decidieron embarcarse en la producción de la película.



Otra herramienta de la casa, es el concepto empleado en varias películas Ghibli de "no hay malos ni buenos", presentándonos esta vez a una señora en clara actitud de villana (por muy lógica que es su oposición a que entren extraños a la escuela) y a su acompañante el profesor chiflado, que está más pendiente de sus cosas que de suponer una amenaza para la protagonista, pero por si a caso, ahí está para lo que puedan necesitarlo.
Tras la frase piadosa que les dedica Mary justo antes del fin de la película, entendemos que... pobrecillos, no son tan malos, algo que en realidad ya sabíamos, pues la intrusa desde el principio ha sido esta niña a la que nadie ha llamado.

Un trabajo bastante prescindible. Personalmente, para pelirrojas acomplejadas, yo me quedo con la insufrible a la par que adorable Anne Shirley, que dicho sea de paso, también fue adaptada a la animación por los miembros de la Ghibli.